Pasá y mirá... hay dibujos y muy buenos

Maltratando Clásicos


¿Quién sería capaz de atreverse a recrear a los clásicos de la pintura universal?, ¿Quién podría caricaturizar a la semisonriente Mona Lisa, al angelical rostro de Venus recibiendo el soplo de Céfiro y Cloris o a la infanta Margarita de Austria en su elegante vestido blanco junto a sus damitas de compañía (meninas en portugués), que tanto tiempo atrás retrató Velázquez?

Carlos Dearmas, 24 años, gualeguaychuense, lo hizo, preparó los dibujos y, desde el 9 al 21 de noviembre, los expuso en el patio de la inmobiliaria ubicada en Urquiza e Italia.
A la serie la denominó “Maltratando clásicos”, pero tanto él como quien haya ido a ver la muestra, entienden que lo que en realidad hizo con “El nacimiento de Venus”, “La Gioconda”, “La creación de Adán” y demás clásicos, no fue maltratarlos. Carlos eligió usar la palabra “maltrato” como una forma de jugar con la ironía, por haberse animado a tomar estas obras sacralizadas que pareciera que “no se pueden tocar” y recrearlas.
Cuando le preguntan a qué se dedica, Carlos contesta “artista plástico” o directamente “caricaturista” si es que no tiene ganas de dar mayores explicaciones y cuenta: “Me divierto con mi trabajo, la caricatura sería como la parte más social”.
La caricatura lo obliga a salir a la calle y afrontar todo lo lindo y lo no tan lindo que significa dibujar el rostro de un desconocido. Se trata de “un trabajo de percepción sobre una persona, la cara de uno tiene mucho que ver con la personalidad, por eso, al dibujar no me baso sólo en los rasgos de la cara”.
Carlos observa, guarda rostros que salen publicados en revistas y los pega en las paredes de su departamento-taller, lee a Kafka, esculpe magníficas y expresivas estatuillas con pasta epoxi, hace xilografía, toma mate amargo y a veces, cuando habla, se le nota cierto nerviosismo.
De vez en cuando saca el dinero ahorrado, pone ropa en una mochila, también carga lápices y papel y sale. Una vez llegó a Salta y se quedó allí casi un año; otra vez cambió de dirección y paró en el sur, San Martín de los Andes. Siempre dibujando, y si el dinero no alcanzaba pedía trabajo en alguna hostería, pero… suelta un “pero” y reconoce: “no tengo temperamento para tener un patrón”.

No hay comentarios: